Estados Unidos:
millones de gringos
que pelean por power & money;
miles de chicas, atrevidas,
como una movie porno,
que en la beach gastan la vida;
cientos de superstars
que se venden por five dollars;
aspirantes a J. Guitar
en weekends de drogas;
motherfuckers hipócritas
ansiosos de Coronita;
bandas rock ahogadas en parties,
skaters adolescentes en sus tablas,
punkies reciclados a yuppies.
Estados Unidos:
sonidos en dolbysurround,
sueños en technicolor.
Si Sam se mirara en el espejo
del camino americano de la vida,
del suño americano,
aparecerían <reflejos>.
Aparecería siempre la misma imagen,
el mismo reflejado de lo mismo:
la maldición de los lugares de siempre,
los monumentos escondidos en lugares olvidados,
los centros comerciales en su lógica tentación.
Si Sam se mirara, cara a cara,
y se observara, detenidamente,
aparecería la herencia de la generación del afán,
el influjo a Coca-Cola, el desfile de marcas
y las luces de neón. Nada más.
¡Bandera!
¡Qué alta ondeas,
rompeolas del mar de las vidas,
truncadas, sangrantes, caducas!
¡Bandera, no confundas!
¡Orgullo, no dividas!
Bandera y orgullo,
¿de quién?
¡Todo es mentira!
Sí, mentira. Todo
es mentira en este mundo,
Y no hay otro, sólo uno.
Mono dice. Hombre hace.
La mentira, invisible simia,
se esconde para no existir.
Mentira, apariencia, imagen.
© Francisco Moreno Soriano