Porque,
después de muchos años Los transportes modernísimos, las calles con historia de adoquines, las luces de la noche rutilante, el frío interminable en oposición al verano sofocante de Buenos Aires, la Gran Ciudad de una civilización latina de dulce idioma lo marean. Nunca había salido de la Argentina y de pronto la segunda ciudad más grande de Francia, el puerto comercial ante su cuerpo sin chapa y una nueva liga. Es simplemente un muchacho alto que llegó del sur del Gran Buenos Aires sin escalas desde el predio de Guillón a París. ¿Podrá hacer amigos en un país del que desconoce su cultura, su misma lengua? Es inevitable que sienta angustia ante la distancia de lo que ama pero quiere triunfar y esta es una instancia. La ciudad de los Beatles −que floreció por el comercio de esclavos− impregnada del patrimonio marítimo, de música pop que definió una época, de obras de arte que resignifican la nación , de edificios singulares, lo encandiló cuando pisó tierra. Había emigrado de la Argentina para jugar un mundial juvenil pero esto es distinto porque ahora se tiene que quedar. Lo compraron porque dicen que es bueno, muy joven y con futuro, es decir, futuro exitoso porque la expresión implica ya que de alguien de quien se dice que tiene futuro no es precisamente nefasto. También sabe que el obstáculo para sentir felicidad plena es que Banfield está muy lejos. ¿Dejará de sentir soledad? ¿Se acostumbrará a esta nueva vida? El augurio del fututo exitoso lo condena al triunfo. Al noroeste de la Península Ibérica, la París española, orgullosa de la identidad nacional y diferenciada por una lengua minoritaria, abierta al mundo, lo recibió con brazos extensos. Compatriotas y el español como lengua oficial lo esperaban gozosos como la promesa del mediocampo. Un diez diferente reflejado en su cabello, sus piernas y su timidez que lo condicionan y habilitan a la desfachatez. ¡Soledad incalculable por la distancia que se confunde con el tiempo! Sin embargo su mente lo acerca a la realidad. Se ponen de acuerdo para no permitir que la memoria los traicione, para darse fuerza, para no olvidar de dónde vienen y quiénes son. Vienen de un país que en sus años dorados fue el granero del mundo y ellos son parte de lo mismo. Cuando dos de ellos se encuentran en la autopista, se sonríen avergonzados al verse en sendos autos lujosos, como si sus cuerpos no encajaran o se contradijera el lujo y la historia personal. Al llegar a Marsella, el punto de encuentro, las primeras cargadas:
−Mirá
el autazo que tenés. El departamento es amplio, de techos altos, el espacio bien distribuido, una vista abierta a varias islas entre las que se encuentra la isla de If que rememora el castillo de Dumas; muebles y adornos kitsch del que se destaca un alhajero con horribles caracoles de diversos tamaños pegados con cola transparente.
−¿Quién
fue el último que llegó a Europa?
Entre mates amargos dan comienzo a la ceremonia: recuerdan al maestro porque para lo que están viviendo es imprescindible. Descendiente de aborígenes, austríacos y ucranianos, mixtura muy argentina, nunca jugó en Europa −ni del Este ni del Oeste− ni sabía que cuando él nacía en Valentín Alsina los jóvenes parisinos sostenían vehementemente que debajo de los adoquines estaba la playa. Los vecinos se reían por el grito estridente y suplicante con el que en la esquina el chico de ocho años alumbraba la acera intentando vender diarios. Luego pan, alimento esencial vinculado con la fuerza, la seguridad, el perdón… tan vinculado con él… Mientras tanto acompañaba a su padre a canchas difíciles del ascenso. Con un padre deportista, ¡cómo no serlo! La mirada del joven entrenador del club 6 de enero vislumbró que tenía un futuro símil. Llegó a Independiente en prenovena por donde pasaron diferentes técnicos. De Independiente a préstamo a La Plata, a Estudiantes, pero una lesión lo dejó a un lado. Cuando volvió a Avellaneda lo dejaron libre sin embargo no quiso hacer juicio porque sabía distinguir la antinomia dirigentes y club.
−¿Estás
finoli ahora? Se quería casar virgen por convicción. La juventud y la falta de estabilidad económica fue el obstáculo para que no los dejaran. Entonces, la estrategia fue Daiana. Y así llegaron, tiempo después, Carla, Denise, Carlitos y Brian, comprobación de la felicidad marital. Se fue al ascenso: Chacarita y luego, Banfield. ¡Cómo aprendió! El entrenador que lo pidió desde el Sur enseñaba más que fútbol. Cada veinte días tenían que leer un libro y después, examen. ¿Qué quería enseñar? Rufini lo recuerda bien porque no le gustaba –o le costaba− leer por lo que sus compañeros le contaban los argumentos hasta que quedó en evidencia: le contaron un argumento diferente y el grupo coronó con carcajadas el vínculo generado.
−¿Cómo
era lo que decía del respeto?
Papeles amarillos esgrimen ante sus hijos los logros deportivos como jugador que ya nadie recuerda: goleador en Chaca y en el Taladro.
−“Lo
que queda es otra cosa. La estadística no es más que eso,
estadística.”
Tras muchas lesiones y diecisiete operaciones se retiró. En Banfield estaba todo ocupado. Necesitaba desprenderse del jugador por lo que tuvo que inventar un trabajo para chicos de inferiores. Sabía que la carrera del futbolista era corta, no obstante el amor al juego no le permitió alejarse del fútbol. Un trabajo por las tardes, ejercicios repetitivos, técnica: patear con derecha, con izquierda, pelotear al arquero, definir, tenis-fútbol sólo con la pierna izquierda o con la cabeza. Los chicos de la pensión se divertían. Pero también iban otros, hasta coreanos que no sabían pegarle con ninguna pierna. Todos podían ir a jugar con él. Los chicos se divertían… se divertían…
−Cambiále
la yerba.
Y llegó a la tercera con la Virgen de Luján (y todas las demás para que no se pusieran celosas), San Expedito, el santo de las causas urgentes, el santo de Malvinas… (Solía regalar una Virgen de acrílico a los que pudieran apreciarlo. ¡Qué mejor regalo que las bendiciones del que tiene fe!). Por primera vez, en una historia de más de un siglo, su equipo de adolescentes del Sur logró el campeonato. Adolescentes que aprendían fútbol y a ser persona.
−Yo
fui dos o tres veces a la tarde. Lo conocí realmente cuando tomó la
tercera.
Conocer la historia del maestro los ayuda. Ahora es el momento de aplicar, que la teoría se lleve a la práctica. Los unifica el haber tenido al maestro para poder ahora SER a la distancia. −Che,
¿él sabe que nos vemos? Banfield está quedando bien en Europa, en los países del Centro, de la mano del joven maestro con sus primeros hijos deportivos. La memoria es un don que jamás hay que subestimar. |
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Daniel Varela
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